Beni Díaz
Esta semana hemos observado cómo la sociedad española por fin ha aceptado otra festividad típicamente americana. Todos hemos podido ver cómo calabazas desdentadas adornan comercios, cómo niños pequeños corren por la calle disfrazados de fantasmas, vampiros y otros monstruos. Los locales nocturnos organizan certámenes a los que estan invitadas momias, zombis y hombres-lobo. Halloween viene a aumentar la lista de celebraciones importadas que exaltan el consumismo insensato (San Valentín, Navidad exacerbada y acelerada…) y extienden una pátina cultural que no viene mal para asentar ideología.
Halloween es un festejo de origen celta, romanizado y condenado por parte de los papas Gregorio III y Gregorio IV por pagano, cambiándola por el tradicional Día de Todos los Santos. Allá en el año 700, en España mandaban los visigodos y estaban muy ocupados en intentar que los árabes no les masacrasen como para celebrar el final del ciclo de la cosecha. Transportado probablemente por inmigrantes irlandeses durante la colonización, Estados Unidos asentó el asueto a modo de aglutinador cultural que contentaba tanto a sectores ateos como religiosos al hacerse coincidir ambas festividades.
América exporta algo más que sus costumbres: exporta su forma de vida. Su visión capitalista de la condición humana queda reflejada en su cine, en su televisión, publicidad. Comida rápida, dinero fácil, el dinero lo compra todo, cánones de belleza, costumbres de consumo masivo, cultura de masas…
Alguien que está convencido de que el invasor es un amigo ni siquiera reaccionará ante la invasión. No se opondrá a algo conocido. Hasta puede que le guste aceptar las costumbres de los romanos.
Si la fiesta de Halloween ha conseguido hacerse con un hueco entre los habitantes de Priego (Cuenca) es porque desde su popularización en la década de 1920, en EEUU se han afanado en poner en marcha una enorme maquinaria de marketing, campañas de publicidad, mensajes en la prensa, radio y televisión, con la idea de vender más y a más gente. Hoy en día pueden encontrarse en nuestra propia puerta.
La globalización es caldo de cultivo para la cultura de masas, predominantemente la que viene del país anglosajón. Entendida de esta manera, se trata de un rodillo que machaca las identidades culturales de las naciones globalizadas. No me parece haber visto ningún cartel para ir a ver alguna representación de Don Juan Tenorio. Pero sí me han intentado vender un sinfín de cachivaches inútiles con forma de demonio o aparecido cadavérico para dar un aspecto más siniestro a mi estudio.
¿Quiere disfrazarse de payaso psicótico? Adelante pues. ¿Necesita una excusa para atiborrarse de chocolatinas mientras ve alguna película de Freddy Kruger? Pues ya la tiene. Pero no olvide que ni el Tío Sam es su tío y que los huevos de las monas los trae ningún conejito.
Artículo publicado en lanoticiaimparcial.com