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B.Ch.D

Ayer, uno de agosto de 2013 tuvo lugar la anunciada comparecencia extraordinaria del presidente de gobierno ante el Parlamento. Mariano Rajoy no quería ir. Según sus palabras anteriores, el presidente de una nación no puede estar saliendo al paso de rumores o conjeturas todos los días. Pero Rajoy no fue allí voluntariamente, como afirmó más tarde. Por mucho que quisiera ocultarlo, se encontraba presionado por los grupos políticos y, aún más importante, necesitaba limpiar su imagen ante los votantes. Está en un punto en el que el desgaste producido por el Caso Bárcenas es ya notorio. Solo hay que mirar las encuestas de intención de voto o las valoraciones ciudadanas de los líderes políticos. Podría decirse que las circunstancias le obligaron pero que allí se presentó con aire torero.

Rajoy, durante la comparecencia. Fuente: cuartopoder.com

La comparecencia fue una suerte de monólogo en el que el presidente dio rienda suelta a todos los viejos argumentos. Sacó un fajo de papeles y leyó el discurso. Recordó a los fallecidos en el accidente ferroviario de Galicia. Luego, repito, leyó el discurso. Y lo hizo mal. Volveremos más adelante sobre este punto de posible ineptitud.

Nuevamente reiteró su inocencia: no tiene nada que ver con los papeles de Bárcenas, esos que le acusan directamente de cobrar sobornos en dinero negro por la adjudicación de obras públicas. Cierto es que el señor Bárcenas está últimamente declarando en los juzgados de Plaza de Castilla y residiendo en la cárcel de Soto del Real. Sin embargo, como ya se ha apuntado, el partido del Gobierno, el Partido Popular, le apoyó férreamente. No sólo hasta que se descubrió que tenía cuentas millonarias en Suiza, como afirmó Rajoy, sino hasta que el antiguo tesorero empezó a tirar de la manta, sacando su libro de contabilidad negra a la luz y pringando a gran parte de la cúpula política de la derecha española.

A este respecto, Mariano Rajoy reconoció que había hecho mal en confiar en Luis Bárcenas. Que le habían engañado, que se equivocó al confiar en un socio que no lo merecía. Que no tenía motivo para desconfiar de él y que hubiera confiado en cualquier miembro de su partido que “estuviera en un trance similar, mientras los hechos no desvirtuaran esa presunción de inocencia”. Aquí el inocente debe ser usted, ¿Señor Rajoy?

Inaudito. El presidente de una nación, engañado como un bobo. Al menos ese es el retrato que Rajoy hace de sí mismo. Negando la realidad de los papeles, Rajoy solo es un niño cándido al que el malvado y manipulador Luis Bárcenas ha liado una buena. De ahí sus SMS de apoyo, su contrato laboral “en diferido”, su despacho en la sede central del partido y los privilegios políticos del extesorero (abogados del partido, coche oficial, secretaria…) Sé fuerte, Mariano. Nos creemos que no supiera nada de las cuentas millonarias de Suiza, en las que no hay, seguro, ni un euro del partido con más pasta del panorama político español.

Caricatura de un tonto de capirote. Fuente: 4.bp.blogspot.com/

Caricatura de un tonto de capirote. Fuente: 4.bp.blogspot.com/

El presidente de Gobierno  ya ha cometido el error supino de identificarse a sí mismo y a su partido con la identidad de España. Por mucho que se empeñe, Rajoy no es el estado de derecho. No es España. No es nuestra nación. El caso Bárcenas no es una lacra que está deteriorando la imagen de España. Se trata de algo que está destruyendo los pilares del Partido Popular. Los pilares que le sostienen a usted, Mariano, como presidente.

Continuó la intervención con una serie de golpes de pecho, diciendo que había mostrado sus declaraciones de hacienda, que se trataba de una víctima del malvado Luis Bárcenas, ese embaucador. Que se ponía en manos de la justicia, que tenía que ser ésta la que decidiera.

A continuación, quizá presa de los nervios, se equivocó al leer el discurso. Un discurso que había estado ensayando y que estaba más que preparado. Leyó una de las acotaciones, que no se leen, como si fuera parte del discurso. “Fin de la cita”. Un error normal si estás repitiendo como un papagayo lo que otro ha escrito. “Fin de la cita”. Lo dijo en adelante, como para dar peso a sus palabras. Los palmeros de su partido se dejaron las manos en carne viva de aplaudir esta chapuza. “Fin de la cita”, repetía sin parar, como queriendo decir “esto es lo que yo digo, es verdad, y basta”.

Rajoy, durante la comparecencia. Fuente: zetaestaticos.com

Rajoy, durante la comparecencia. Fuente: zetaestaticos.com

Envalentonado, recordó la presunción de inocencia y mencionó intervenciones de Pérez Rubalcaba (cabeza de la oposición) para conseguir mayor empaque. Mientras tanto, las redes sociales bullían con chistes y comentarios al respecto de la frase leída a destiempo. Anecdótico. Un valor relativo para el impacto de una intervención pública. Útil si se quiere distraer la atención sobre las acusaciones que, más tarde, volcaron los representantes de los demás grupos políticos. Muchos pidieron la dimisión del presidente y la convocatoria de elecciones.  Cayo Lara preguntó por el resto del dinero, pues “si lo que se llevó Bárcenas a Suiza era un pico… ¿Dónde está el resto?” Pero fue Joan Coscubiela, de Iniciativa per Cataluña, quién se enfrentó directamente con el presidente y le llamó “corrupto, colaborador necesario y encubridor de Bárcenas”.

Futuro incierto el del caso que acosa al gobierno. Después de la intervención de ayer, la pelota está en el tejado de la casa Bárcenas. ¿Le quedará un as en la manga?

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