B.Ch.D
¡Qué grandes almas han colaborado para la extinción de la pobreza, la enfermedad y otras lacras de la humanidad! Me refiero a las organizaciones de Cooperación al Desarrollo. Tantas veces hemos visto campañas publicitarias que apelan a la sensibilidad para remover algo de conciencia en nuestros pechos. Además con muy buena visión de márquetin, pues se llevan a cabo en épocas como Navidad. También vemos cómo crece la publicidad si alguna catástrofe natural se lleva por delante a miles de personas. Porque, para las guerras por el petróleo o las ilegales contra sistemas democráticos establecidos no vemos que se organice ninguna campaña publicitaria de ACNUR o de Cooperación internacional.

Imagen de la cooperación . Fuente: http://dhticzwei.wikispaces.com
El funcionamiento de estas organizaciones parte de la buena voluntad. Hay que agradecer a todas las personas que, altruistamente, colaboran. No nos referimos a ellas, sino a las organizaciones. Pero es que también recogen toda la culpa que pueda surgir al respecto. Culpa. Culpa de la colonización de lugares en el pasado. Llevada a cabo por señores ricos europeos que se repartieron el mundo allá por el IXX. África, Asia y Sudamérica se partieron en trozos y se permitió a las potencias mundiales desangrar aquellas tierras hasta saciarse. Después de las guerras de independencia, llegó el neocolonialismo. Más sutil que el anterior, las potencias seguían controlando a sus antiguas colonias por medio de la lengua, la cultura o la economía. Y hay personas a las que esto les remuerde por dentro. Se sienten culpables de las graves situaciones que se viven en lugares como Ruanda, La República Centroafricana, Mali, Haití, Perú, Ecuador y otros tantos. No es para menos. Durante décadas los gobiernos occidentales han jugado un papel fundamental en el empobrecimiento de países subdesarrollados. Cuando no, las empresas multinacionales se enseñorean de los territorios menos beligerantes por los derechos de las personas.
Este tipo de iniciativas nos las imaginamos surgiendo de algún club de caballeros de Nueva Delhi entre el humo de puros de veinte libras. Quizá esos señores tuvieron a bien apiadarse de los pobres descalzos que abarrotaban las calles, muertos de hambre y piojosos. Bien, pues estos prohombres de ayer, hoy son sustituidos por los llamados voluntarios o “cooperantes”. Una buena parte, niños de buena familia que, sin tener absolutamente ninguna noción de las necesidades de los desesperados, viajan a países exóticos para repartir agua, comida o pañales. Con muy buena voluntad, eso sí. Loable su esfuerzo. Sin embargo, no necesitamos niñas rubias y adineradas que dediquen sus vacaciones de verano a surtir de efectos a los que viven en campos de refugiados. Necesitamos que no existan los campos de refugiados. No necesitamos un proyecto para reducir el CO2 que emite una planta industrial de Perú. Necesitamos que esos peruanos desarrollen su industria para enriquecer a su país. Cuando eso suceda, podremos ocuparnos de la cantidad de dióxido que se vierte a la atmósfera. De lo contrario lo que proponemos es ralentizar su desarrollo para que occidente se sienta un poco menos sucio.

Cooperantes. Fuente: http://www.divulgaciondinamica.es
Existe el problema. La pobreza es terrible en muchos lugares de la Tierra. El hambre es causa de muerte para miles de personas en todo el mundo. La enfermedad se ceba con aquellos que no pueden acceder a medicamentos para tratarse. Pero no es cuestión de mandar a unos chavales a vacunar a unos cientos. Es cuestión de alcanzar al poder. El Gobierno de aquellos países debe ser quién se responsabilice de los más débiles. Son los que pueden cambiar algo realmente. ¿Qué van a cambiar los cooperantes? Prácticamente nada. Bien, es cierto que ahora esa aldea tendrá un pozo de agua. Pozo de agua que será utilizado por cientos de personas. ¿No sería mejor que su gobierno pusiera cañerías?
“Si quieres ayudar a un hombre, no le des peces. Dale una caña y enséñale a pescar” Las organizaciones de ayuda internacional se jactan de tener detrás toda una serie de nobles valores que, de lo hiperbólicos, se vuelven utopías. Máxime cuando se los saltan los responsables de las arcas para llevarse algún dinero extra. Recuerdo más de un caso en el que estos valores tan nobles servían para cobijar corrupción. Gente pidiendo dinero para los pobres. Dinero que luego acaba en sus bolsillos. Dinero que se diluye entre los organizadores y jamás llega a su destino. Poco dinero el que realmente llega a su destino. Y va con cuentagotas. ¿Quién se iba a imaginar que una organización humanitaria fuera corrupta? Hablando de transparencia… ¿Dónde están los organigramas de organización? ¿Dónde los libros de cuentas de las donaciones? ¿Quién aporta dinero? ¿Quién está al frente? La oscuridad se cierne sobre estos datos. Pruebe a preguntarle a un cooperante quién es el presidente actual de Cruz Roja.
Muchos de esos países son ahora estados fallidos. Sin ninguna garantía de derechos humanos. Sin seguridad. Sin control gubernamental. Sumidas en guerras, en poder de los cárteles de la droga. Situaciones que han propiciado naciones occidentales, ora por acción, ora por despreocupación. Los mismos que luego les mandan “ayuditas”.
Estamos concienciados socialmente. Por eso, presionamos al gobierno para que prohíba vender minas antipersona. Luchamos porque Europa deje de exportar su basura a naciones subdesarrolladas. Pedimos a los gobiernos que se responsabilicen de sus gestiones y ayuden realmente a las personas que lo necesitan. Para eso están. La ayuda recibida por las personas necesitadas siempre será valiosa y reconocida. Hay que seguir avanzando.

Actualmente España sigue vendiendo armas. Fuente: http://globedia.com