B.Ch.D
El triste suceso del asesinato de un menor es siempre motivo de lamento. Es una cuestión que merece una reflexión profunda por parte de la sociedad al completo, ya que la protección de los menores es de uno de los eslabones débiles de la cadena y no siempre se tiene en cuenta.
Pero al margen del hecho, me gustaría centrar la columna de hoy en el análisis de la información que nos ha llegado. Hablo del bochornoso tratamiento que los medios de comunicación están realizando en relación al Caso Asunta. Desde que se supo la noticia, aquel fatídico 22 de septiembre, los medios de comunicación han hecho gala de un comportamiento deleznable al aportar toda dosis de sensacionalismo y amarillismo posible al asunto. Desde una detallada descripción del estado en el que se encontró el cadáver de la niña, hasta una profunda investigación de los días, minutos y segundos previos al asesinato.
Uno de los pilares del periodismo profesional es el contraste de datos. Una parte que los medios parecen haber obviado en este caso. No entraré en detalles sobre las descripciones morbosas que ofrece, por ejemplo y en cabeza, el diario “La Voz de Santiago”. Baste decir que describe el tipo de arma utilizada y el método con el que se puso fin a su vida. No contentos con eso, la información estaba sin contrastar, pues resulta que el arma fue otra. Inaudito. En este artículo se permiten una reconstrucción de los hechos que parece más bien una macabra fantasía del redactor. Flagrante, si, pero extrapolable en mayor o en menor medida al resto de medios como ya lo hicieron con otros anteriormente.
Además de lo retorcido de las informaciones, precisamente hechas para despertar en el público una emoción y atraer su atención, encontramos algo si cabe más monstruoso: el juicio paralelo. Alentado por los medios, se produce la condena de los sospechosos principales en una especie de linchamiento. En este caso, los padres de la pequeña. De acuerdo con el último auto dictado con el juez, se piensa que la madre estuvo cerca cuando murió. Pero, ¿es que esto se sabía hace dos semanas? La respuesta es que no. Sin embargo, faltó tiempo para que desde las pantallas de televisión, las páginas de prensa y las tertulias de radio se condenase a estas personas. Sin juicio. Sin pruebas. Sin presunción de inocencia. Algo esto último que al parecer, para algunos medios de comunicación privados, se reserva para miembros de la Casa Real y políticos. Por ejemplo, el pasado martes el noticiario de Antena 3 abría con el siguiente comentario del presentador: “Estamos todos esperando que los padres de Asunta reconozcan si tuvieron algo que ver con la muerte de la niña”.
Esto, queridos lectores, no es periodismo. Es el periodismo usado para buscar culpables ante la opinión pública.
Estas cosas ocurren desde hace ya unos años, quizá desde que el último periodista verdadero perdió la pizca de ética que le quedaba. Al no existir un órgano regulador que vigile la actuación de los medios y establezca sanciones, no hay límite claro a la hora de dejar que la basura siga ardiendo para calentar los bolsillos de los ejecutivos de tal o cual cadena. Es hora de poner coto a los desmanes. No queremos una nueva Dolores Vázquez. Solo hacer periodismo de forma digna, sin que una gran empresa dicte que es lo que al público le interesa saber, o cómo conseguir mayor impacto con una noticia trágica para conseguir mayor audiencia a la que venderle publicidad.
Publicado en La Noticia Imparcial, el 5 de octubre de 2013